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  • Foto del escritorLic. Rodrigo B. Ríos

INTRODUCCIÓN A LA CLÍNICA NODAL (Parte III y Bibliografía): VICISITUDES DEL SINTHOME

           Lacan nos dirá que hay un “sinthome él” y un “sinthome ella”, y que eso es todo lo que nos queda de lo que llamamos relación sexual, “la relación sexual es intersinthomática[1]. El síntoma es un encuentro contingente con lo real, con lo real de la no relación, lo que Freud llamaba el trauma, y el sinthome es lo que viene a remediar dicho encuentro, anuda. El síntoma en tanto real que irrumpe nos viene a anoticiar de la no relación, a lo que el sinthome responde emparejando, dando existencia por el artificio del fantasma a la relación que no hay.



   Ahora bien, si el sinthome es un “saber arreglárselas” e implica cierto orden de funcionamiento, un análisis difícilmente podría tener lugar ahí. Sera necesario que algo se conmueva, que haya algún tipo de contingencia, que algo vacile. Fabián Schejtman, en su libro “Simthome: Ensayos de clínica psicoanalítica nodal”, lo expresa del siguiente modo:


“El camino del psicoanálisis puede abrirse, así, cuando el “saber arreglárselas” sinthomático -que usualmente nos mantiene más o menos estables, pero también, como indicamos, más o menos adormecidos- trastabilla, si es que no termina por desmoronarse estrepitosamente. Y entonces despertamos -hasta donde ello es posible para el ser hablante- a raíz de algún encuentro -contingente, en su definición misma- con lo real.”[2]


      Es este síntoma, que irrumpe de lo real y evidencia aquello que “no anda”, lo que habilita la posibilidad de que haya una demanda de análisis. Pero la apertura de la dimensión sufriente del síntoma no nos lleva automáticamente a la instalación de un análisis propiamente dicho. La transformación de un síntoma en un síntoma analítico implica que el analista pueda completarlo, consiste en darle al síntoma su estatuto metafórico -esto es un artificio-, la idea de que ese síntoma tiene un sentido oculto, y lo que vuelve metafórico a un síntoma es justamente el analista que ahí lo completa. El padecimiento se pone en juego por la vacilación del sinthome que lleva al desencadenamiento y el analista advendrá como sinthome; es decir, sinthomanalista[3]. Es lo que expresa Lacan, a la pregunta de si el psicoanálisis es un sinthome, al decir:


“El psicoanálisis no es un sinthome, sí el psicoanalista”.[4]


      Pero, ¿qué es el sinthomanalista? No estamos hablando de otra cosa que de la transferencia, del analista tomado por la transferencia y la emergencia, no solo del síntoma en transferencia, sino de la dimensión de la neurosis de transferencia freudiana; la entrada en análisis. Que el analista opere como sinthome es que el analista venga a anudar algo de esa estructura desencadenada. El analista-sinthome se vuelve partenaire de la pére-versión que el psicanalizante ofrece transferencialmente y la pareja analítica viene al lugar de la relación que no hay.


     Pero si un analista se presta a ocupar ese lugar, a convertirse en transferencia en la pareja-sinthome del paciente, solo lo hace con la condición de no gozar en ese lugar, ahí no goza, y así poder lograr, en última instancia, una transformación en la economía de goce de ese sujeto.

Estamos hablando justamente del deseo del analista. Y podemos proseguir diciendo que un análisis no produce a un analista como tal, lo que en todo caso produce es un deseo con el cual un analista, y solo a partir de ahí, podrá operar en la dirección de la cura. Esto nos invita a dilucidar cómo en diferentes momentos de una cura podemos ocupar una multiplicidad lugares que nos son otorgados transferencialmente. Ahora bien, nosotros como analistas somos testigos del punto en el cual un síntoma es testimonio del momento en el cual el sujeto se interroga por su existencia. Sobre el analista encontramos la transferencia de ese objeto de goce, objeto a siempre degradado, y será nuestra tarea poder alojar ese objeto transferido. El deseo del analista no tiene que ver con las expectativas que el terapeuta pueda depositar en su paciente ni en la cura, sino que es lograr encarnar ese lugar de objeto degradado y la cuestion es lo que se haga con eso. Si uno no está correctamente orientado hay dos destinos posibles a esa posición; gozar de ser el objeto o  bien rechazar ese lugar. El deseo del analista es siempre un deseo vaciado de goce -de goce fantasmático-, y también vaciado de goce súper yoico.



          Ahora bien, llegado el momento sucederá que una contingencia tenga lugar en el análisis y ponga en escena la vertiente real de la transferencia. Encuentro con un fragmento de lo real que indicaría cierta aproximación al borde de lo incurable, un imposible que el análisis denuncia con la consecuente detención de la asociación libre. Es en este punto en el cual la presencia del analista como encarnadura del objeto a adquiere otro valor, pasaje del analista-sinthome al analista-síntoma que implica que este real que desata la estructura se apoye en un deseo, el del psicoanalista:


“Se trata, entonces, de considerar lo que efectivamente hace el analista, mejor todavía, lo que llega a hacer el analista a partir de lo que deja que la transferencia haga con él, cuando se manifiesta su vertiente real que en el cierre del inconsciente lo vuelve presencia sintomática (sin “th”). El acto del psicoanalista opera allí haciendo de ese obstáculo, palanca: la estática de la transferencia es la chance que ésta -la transferencia- le ofrece al psicoanalista para que su acto tenga algún efecto en lo real y que el psicoanálisis sea otra cosa que cháchara. Debe tenerse en cuenta que ya para Freud un análisis que no toque este real no merece ser considerado tal.”[5]


      Tal manejo de la transferencia en acto podría llevar al paciente a la elaboración de una nueva solución sinthomática, nominación ubicable quizá ya entre otros dos registros. Es el pasaje del analista-sinthoma, a analista-síntoma, y luego a analista-sinthome. El rizo que se riza en cada análisis, una y otra vez, anudamientos y des-anudamientos que implican los movimientos que se van dando en un análisis. Ir del desencadenamiento de la neurosis en trasferencia, habilitando la posibilidad de que el despliegue del síntoma se de en transferencia, sinthomanalista que re-anuda, hasta que luego algo de lo real irrumpe dando lugar a la posibilidad de que un acto analítico pueda conmover el goce puesto en juego y se habilite una nueva solución sinthomática que ya implicaría el desapego del analista de ese lugar. Ya no sinthomanalista sino nueva solución sinthomática del lado del analizado, solución menos neurótica en el mejor de los casos, pero que nunca acaba con ese núcleo real sintomático. Un saber-hacer distinto con ese sinthome y con ese síntoma, justamente ahí radica toda la cuestión. Encontrarnos ahí con el síntoma-sinthome que anuda, pero que involucra lo que “no anda”, algo que queda encadenado y algo que queda des-encadenado. Ese núcleo real ineliminable, del hecho de que no hay relación sexual, y el psicoanálisis no nos cura del hecho de esa inexistencia, pero el síntoma-sinthome aportaría éste nuevo “saber hacer ahí con”, otra forma de vérselas con lo que “no anda”.


Lic. Rodrigo B. Ríos



[1] Lacan, J.; (1978), “Conclusiones del IX congreso de la Escuela Freudiana de París”, 09-07-78, en Lettres de l`École, Nº25, 1979, Vol II.

[2] Schejtman, F., “Sinthome. Ensayos de clínica psicoanalítica nodal”, Grama, Buenos Aires, 2013. Pág. 117

[3] Schejtman, F., “Sinthome. Ensayos de clínica psicoanalítica nodal”, Grama, Buenos Aires, 2013. Pág. 328

[4] Lacan, J., Seminario XXIII: “El Sinthome”, Paidós, Buenos Aires, 2006. Pág. 133

[5] Schejtman, F., “Sinthome. Ensayos de clínica psicoanalítica nodal”, Grama, Buenos Aires, 2013. Pág. 335

 

BIBLIOGRAFÍA


  • A.A.V.V., Ancla, 3, “Encadenamientos y desencadenamientos II”, Septiembre de 2010

  • Miller, J.-A. Los signos del goce. Ed. Paidós.

  • Lacan, J., (1962-1963), Seminario XX: “La angustia”, Paidós, Buenos Aires, 2006.

  • Lacan, J., (1974-1975), Seminario XXII: “RSI”, inédito

  • Lacan, J., (1975-1976), Seminario XXIII: “El Sinthome”, Paidós, Buenos Aires, 2006.

  • Schejtman, F., “Sinthome. Ensayos de clínica psicoanalítica nodal”, Grama, Buenos Aires, 2013.

  • Soria Dafunchio, N., “Inhibición, síntoma y angustia. Hacia una clínica nodal de las neurosis”, Del Bucle, Buenos Aires, 2010

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