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  • Foto del escritorLic. Rodrigo B. Ríos

LA CONSTITUCIÓN SUBJETIVA (Parte IV): DEL 'TÚ ERES' AL 'YO SOY'

           Lacan toma el pensamiento en el orden del significante. La existencia se formula en el orden de un yo soy, pero el yo soy vale como marco de la existencia en cuanto enunciación, tengo que decirlo y vale como pensamiento. No sirve el yo soy sin el pensamiento, solo vale como acto de enunciación. Así es como Lacan concibe el pienso, luego soy y el luego soy vale como perdida de ser, sujeto falto en ser.



      El lugar del otro es el lugar de los significantes, el pienso no es tanto un yo pienso sino el lugar de los pensamientos del Otro. Para yo poder nombrarme necesito primero ser nombrado. Lacan dirá que no hay un yo fuera del pienso, se trata de un yo marcado por la función de la negación. El estatuto del lenguaje nos muestra el pensamiento en el nivel donde no soy yo quien pienso. Se trata de un pienso sin yo y de un ser sin yo. El sujeto entra en el mundo en el punto en donde piensa el Otro, un Otro que nos dice tú eres. El problema es: ¿cómo se constituye un yo soy a partir de un tú eres? Este tú eres no es más que el masoquismo originario del yo, que es correlativo y solidario del sadismo del súper yo.


      El súper yo es testimonio de cuando el yo era endeble, era objeto del tú eres, producto del sadismo del discurso. Éste pasaje va a tener que ver con lo que el sujeto pueda hacer con los significantes de la demanda del Otro. No es lo que el Otro dice, sino lo que el sujeto escucha en los dichos del Otro.


      En el Seminario III, Lacan va a establecer las dos enunciaciones que determinarían el destino de un sujeto: “Tú eres el que me seguirá” o “Tú eres el que me seguirás[1]. El primero hace referencia a lo que podría ser un objeto y el sujeto queda reducido a esa marca. Es “despersonalizante”, injurioso, es una constatación penosa, es eso y solamente eso. Su correlato clínico es la injuria alucinatoria psicótica. La injuria como palabra de odio a diferencia de una palabra de amor. El segundo implica una delegación, una elección, un punto de confianza, es un que responde a un yo. Supone una pregunta previa a la lectura, “me dice esto pero ¿qué quiere?”. Supone una pregunta por el deseo del Otro. Se incorpora la dimensión del sujeto como falto en ser. Cuando se incorpora la dimensión hay un resto, ese resto es el súper yo. El superyó no es más que la función del , tiene carácter extraño.


      Las preguntas de los infantes acerca de dónde vienen los niños, en su origen, bordean la pregunta por la propia existencia, pregunta dirigida a sus padres, posición del niño frente a los padres, cuerpo erogeneizado, niño nombrado, pregunta por el deseo de los padres. El deseo se constituye en el Otro y se evidencia aquí esa dimensión correlativa entre el masoquismo originario del yo y el sadismo discursivo del súper yo.


[1] Lacan, J.: (1955-1956) Seminario III, Las psicosis, cap. XXII, Ed. Paidós, Bs. As., 1984. Pág. 387

Lic. Rodrigo B. Ríos



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