LA INTERPRETACIÓN Y LO REAL
Uno vive en un mundo de semblantes, de S2. El síntoma escrito en el cuerpo es una letra que toma la forma de una exigencia significante como reemplazo de la naturalidad perdida, exigencia que encuentra su apoyatura en los semblantes. El S1 va a ser sustancia gozante y el S2 será una mera articulación significante, el inconsciente como articulación significante, un saber sin sujeto.
Lacan dirá, por un lado, que lo real es lo que vuelve siempre al mismo lugar, y el síntoma es algo que se inscribe en el mismo lugar, escrito como sustancia gozante en el cuerpo, y que recae siempre en los mismos lugares. Esto revela la función de la letra, la escritura. La parte que importa del síntoma será lo que está escrito en el cuerpo y no tanto la fantasía.
El síntoma, en tanto lo que viene de lo real, es lo que conserva un sentido en lo real, siendo que en lo real es el sin sentido, algo que viene de lo real e interviene en el discurso. No solo es goce sino una verdad que se hará valer en el descredito de la razón. Y sucede que dado a que el inconsciente es inaccesible a toda profundización consciente no hay verdad que al pasar por la consciencia no mienta, esto implica que la verdad para que sea cierta tiene que pasar por fuera del reconocimiento. La ineptitud del conocimiento implica que solo se puede alcanzar una opacidad irremediable. Lo real es lo impenetrable, algo con lo que uno se choca y no hay más allá.
Ahora bien, una interpretación puede devenir analítica si sugiere otra cosa en lo que se dice, si logra abrir la dimensión al hecho de que un significante, cuya función es la de significar, pueda no significar nada o significar demasiado. Es en esa paradoja en donde ubicamos la eficacia del análisis, ya que es fuera de sentido en donde el significante adquiere valor de síntoma que divide al sujeto, o el carácter de un acto que resuelve. Lacan lo expresará del siguiente modo:
“La interpretación, dije, no es interpretación de sentido, sino juego con el equívoco. (…) la interpretación obra con lalengua, lo cual no impide que el inconsciente esté estructurado como un lenguaje.”[1]
Y luego continúa diciendo:
“En la transferencia, el analista es el sujeto supuesto al saber, y no es errado suponerlo si él sabe en qué consiste el inconsciente por se, un saber que se articula con lalengua, no anudándose a él el cuerpo que allí habla sino por lo real con que se goza.”[2]
El significante, al mismo tiempo que lo representa al sujeto, lo deja afuera, y será en la división subjetiva en donde el discurso analítico encuentre lo analizable, la forma del síntoma de ese ser hablante singular, tal como lo afirma Lacan al decir que “en tanto efecto de significación, el sujeto es respuesta de lo real.”[3]
Ahora bien, ¿de qué manera la interpretación deviene en el advenimiento de lo real? La angustia es una forma de destitución subjetiva salvaje, nos reduce al cuerpo vaciado de los ideales, a esa sensación de objeto frente al deseo del Otro pero por fuera del registro del reconocimiento del Otro. Por fuera de la metáfora paterna como un sustituto del deseo del Otro, por fuera de un modelo fálico. La angustia -del orden de la certeza y afecto de lo real- que toca lo real, el cuerpo, no es ante ningún ente intra-mundano, sino que se produce ante el mundo como tal, ante el marco de la realidad, sensación de que el nudo se desarma. Entonces la angustia seria previa al análisis, inabordable en la medida en que es ubicable entre imaginario y real, la angustia es preliminar. Es por esto que lo importante en la clínica es el síntoma y no tanto la angustia.
Sucede, ciertamente, que hay quienes no van de la angustia al acto y ahí lo que hacen es sintomatizar. En lugar de un encuentro con el deseo único requerirán un tiempo de interpretaciones, el tiempo analizante, donde la puesta en acto se vuelve una especie de pasillo que podrá demorar años en recorrerse. Entre la entrada a la dimensión del acto y la salida de un análisis (que implica algo del acto) hay una especie de zona en donde el sujeto actúa y des-actúa todo el tiempo, actúa y anula, es contra-dictorio, se dice y se contra-dice. Y eso es lo que habilita la regla fundamental, habilita a la contradicción, hasta que luego de varias interpretaciones, innovaciones y, deseo del analista mediante, finalmente poder llegar a decir algo que quede más del lado del acto, un decir del lado de realizar algo. Precisamente analizar es descomponer, desatar el campo de fenómenos que parecer asegurar cierta realidad, desconectar los significantes de sus referencias habituales, cuestionar como imaginarios las significaciones de las palabras del discurso común, fracturar esas palabras y sus partes en significantes equívocos.
El paciente tiene la libertad de decir lo que quiera, pero tal decir no es del todo libre. Se propone la ley de no omisión y no sistematización, con la esperanza de que del testimonio se pueda constituir un fragmento significativo.[4] Ahora bien, en su decir no es que este encadenado por el rigor de sus asociaciones, sin dudas ellas lo oprimen, pero resulta que tales asociaciones aparentemente libres desembocarían en una palabra que le podría ser penosa, y ese es el problema. Lo que implica que en el encuentro clínico con el analista en algún momento eso duele, un decir sobre la verdad que puede ser penoso. Es lo que Lacan refiere al decir que “la clínica es lo real en tanto que imposible de soportar”[5].
Ahora bien, en tanto que el síntoma se juega entre lo simbólico y lo real, resulta que uno podría decir y decir sin un fin. Esto a menos que se apele a una intervención que introduzca un corte en la intersección entre simbólico y real. Entonces, si entre la angustia y el posible acto interviene el llamado al deseo del Otro, entre el pasaje de la angustia al acto, ante la duda y el momento de la decisión, alguna intervención adviene, eso es porque algún deseo del Otro aparece. Y la intervención del deseo del Otro aparece bajo la forma de la interpretación. Interpretación que no es algo que convoca, no es del orden de la demanda, sino que es algo que invoca, es del orden del llamado, otorgándole un límite al no dialogo de la relación intersubjetiva y permitiendo abrir otro sendero para el discurrir discursivo.
Entonces, ¿desde dónde se interpreta? Puede haber experiencia analítica, y muy eficaz, sin que el analista sepa qué está haciendo y esto es porque la cuestión analítica se pone en juego en la no preparación. Fuera de esa preparación todo lo que venga será bien recibido dado a que lo que se espera de la sesión es lo que uno se rehúsa a esperar, la sorpresa. Lacan lo planteará del siguiente modo:
“Hasta preparar lo que será dicho en la sesión es un inconveniente en el que se sabe se manifestarán resistencias, incluso defensas. (…) Lo que se espera de la sesión es justamente lo que uno se rehúsa a esperar, por temor a resolverlo demasiado rápido: la sorpresa, subrayó Reik.”[6]
A MODO DE CONCLUSIÓN
El punto de falla en la estructura es en donde va a encontrar su apoyatura el signo de la división subjetiva. Ese punto de falla va a estar reparado por la metáfora paterna, en el mejor de los casos. La interpretación viene a patologizar el punto de falla para que esta adquiera cierta intencionalidad inconsciente y para que algo del deseo se presentifique.
El pasaje de paciente a analizante implica pasar de padecer su síntoma a actuar su síntoma. El acto acontece por un decir a partir del cual el sujeto cambia y ya no es el mismo. El acto del síntoma no concluye hasta que no haya destitución subjetiva, no es un momento de saber, es un momento de corte. No hay acto humano que no venga al lugar del decir y el acto tiene el valor de ser un decir que implique un cambio a nivel del sujeto.
La interpretación en psicoanálisis deberá estar sometida al decir a medias, decir ambiguo que va a lo supremo del inconsciente revelado en su esencia más pura. El análisis permite un decir a medias con una potencia particular, un no todo que permite hacer un lugar a algo distinto al decirlo todo, a la interpretación edípica. El decir a medias permitiría que el analista pueda escuchar sin el marco limitante del objeto α, no escuchar solo desde el lugar de semblante, y sí desde ese lugar de no todo.
Sucede, como ya lo anticipamos, que en psicoanálisis no se opera con lo que es psíquico sino con lo que es tíquico, no se opera con el pensamiento sino con el acto que le arrancaría a la angustia su certeza. Dejar de estar divididos, destitución subjetiva, soportar algo del saber que se pueda elaborar para él, dejándolo apto para el acto. Destitución subjetiva en la que ya no estamos divididos y por momento podemos realizar algo que implica un goce y una realización de deseo empalmada a cierto circuito pulsional, es decir, que la pulsión pueda ser destino de algún deseo.
El síntoma es ese tipo de división subjetiva en el cual estamos en contradicción con nosotros mismos y en esa contradicción no perjudicamos a nosotros mismos. La inocencia en un análisis apela a dejar de ser nocivo para uno mismo, el inocente en tanto que no tiene otra ley que su deseo.
El fin del análisis será cuando el analista caiga, no solo de su lugar de objeto α, sino también cae como semblante. Asimismo, el fin de análisis implica llevar al sujeto a lugar en el cual el sujeto dividido no tiene ningún valor, el sufrir por la división subjetiva ya no tiene ningún valor.
[1] Lacan, J., (1974), “La tercera”, Intervenciones y textos II, Buenos Aires: Manantial, 2010, p. 88. [2] Ibíd.p. 89. [3] Lacan, J. (1972). “El atolondradicho”. En Otros escritos, Buenos Aires: Paidós, 2018. p. 459. [4] Lacan, J., (1932), “Más allá del principio de realidad”. En Escritos I, Buenos Aires: Paidós, 2005. p. 75. [5] Lacan, J. (1975-76). Ornicar? Nº 8. Publicación periódica del Campo Freudiano. invierno de 1975-76, París. p.102. [6] Lacan, J (1967). "Del psicoanálisis y su relación con la realidad". En Otros escritos, Buenos Aires: Paidós, 2018. p. 373.
Lic. Rodrigo B. Ríos
BIBLIOGRAFÍA
Godoy, Claudio. (2016) “El sentido y lo real en la experiencia analítica”, Buenos Aires, JVE, 2016
Lacan, J., (1932), “Más allá del principio de realidad”. En Escritos I, Buenos Aires: Paidós, 2005
Lacan, J (1967). "Del psicoanálisis y su relación con la realidad". En Otros escritos, Buenos Aires: Paidós, 2018.
Lacan, J. (1972). “El atolondradicho”. En Otros escritos, Buenos Aires: Paidós, 2018.
Lacan, J., (1974), “La tercera”, Intervenciones y textos II, Buenos Aires: Manantial, 2010
Lacan, J., (1974-1975), Seminario 22: “RSI”, Inédito.
Lacan, J. (1975-76). Ornicar? Nº 8. Publicación periódica del Campo Freudiano. invierno de 1975-76, París.
Lacan, J. (1976), Seminario 24: “L'Insu…”, Inédito.
Lombardi, G. (2019), “El método clínico en la perspectiva analítica”, Buenos Aires: Paidós.
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