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  • Foto del escritorLic. Rodrigo B. Ríos

LA POSICIÓN FEMENINA (PARTE I): UN GOCE MÁS ALLÁ DEL FALO

UN GOCE MÁS ALLÁ DEL FALO


          En la pulsión no hay nada de la distinción sexual, no hay pulsión masculina ni femenina, y el cuerpo erógeno debe inscribir esa diferencia. La posición sexuada no es la mera identificación a un Otro, sino que la diferencia se va a jugar en la relación con el Otro sexo. La castración es para todos, y tiene que ver con el encuentro del sujeto con el lenguaje, el $, y el partenaire del sujeto va a ser el objeto α.



     En la elección de objeto del hombre hay una condición fetichista, el brillo fálico ubicado en cierto rasgo femenino que no es más que un desplazamiento del valor del falo a una parte del cuerpo de la mujer, del falo que no está. Lacan, en el Seminario 20 “Aun”, lo expresará del siguiente modo:


“Lo que se vio, aunque sólo por el lado del hombre, es que tiene que vérselas con el objeto α, y que toda su realización respecto a la relación sexual desemboca en el fantasma.”[1]


     Entonces, del lado de la lógica fálica -lado hombre- va a ubicar al varón, la histeria y la madre, y del otro lado -lado femenino- situará el goce femenino, más allá del falo, pero que no es sin atravesar lo fálico. Dirá que la mujer es “no-toda”, no-toda ubicada en la función fálica, pero ello no quiere decir que no esté del todo ubicada allí, “está de lleno allí”[2], pero hay algo más allá, un goce del cuerpo “más allá del falo”[3]. Florencia Farías, en “Mujeres al Fin”, dirá que son dos modos distintos de fallar la relación sexual, son maneras distintas de enfrentarnos a la alteridad femenina.[4]


     En el encuentro sexual la mujer presta su cuerpo para ocupar el lugar de objeto causa de deseo, pero la histérica ve éste lugar como una amenaza. Su ser queda sujeto al lugar que le da el Otro, se siente aplastada por esa posición de objeto en la que lo ubica el partenaire, no logra ubicarse allí como objeto causa sino que se pone en juego su ser, lo vive como una degradación, ser objeto de desecho, sustracción de su cuerpo y de su goce, ella en el acto está pero no está, se sustrae, se ausenta para preservarse como sujeto.


     Rechazo del cuerpo, huelga del cuerpo, rechazo que en su represión retorna por otro lado, por los síntomas corporales pero con una sustracción de goce. Huelga del cuerpo como una manera de no ser tomada como síntoma para Otro. La histérica no se interesa por ser el síntoma del Otro, sino que se interesa por el síntoma del Otro, identificarse ahí, a la falta de deseo. Es la lógica del deseo insatisfecho, no quedar a expensas de la demanda del Otro. Demostrarle al Otro que no puede satisfacerla, que en eso solo ella es dueña de sí misma; se identifica a la falta de deseo y no a la falta de la causa. Florencia Farías lo expresa del siguiente modo:


“La falta del Otro, la castración en el Otro; la busca porque es una falta en la que puede encontrar un lugar, puede encontrar un lugar dónde alojarse.”[5]


     Entonces allí ella quiere ser, exige ser, ser ese objeto precioso para el otro y el goce de un hombre la divide. La posición es la de ser punto de apoyo en una relación, sostiene al deseo del otro a costa de su insatisfacción.


“(…) ¿qué es lo que se trata de saber? Qué valor tiene esa misma persona que habla. Puesto que, en tanto objeto a, ella es la caída, la caída del efecto de discurso, siempre fracturado en algún sitio. (…) Lo que la histérica quiere, en el límite, que se sepa, es que el lenguaje no alcanza a dar la amplitud de lo que ella, como mujer, puede desplegar respeto al goce. Pero lo que le importa a la histérica no es esto. Lo que le importa, es que el otro que se llama hombre sepa en qué objeto precioso se convierte ella en ese contexto del discurso”.[6]


     Y la pregunta por lo femenino la hace desde una posición viril, identificada al partenaire hombre se hace la pregunta ¿qué es ser una mujer?, y es por eso que a veces la histérica necesita que un hombre “tenga otra”. Es en este sentido que a la histérica le interesa saber cuál es el deseo de la otra, no hace pareja sino triangulo.


     Como ya dijimos, mientras que la histérica rechaza ser el síntoma del otro cuerpo, la mujer acepta ser síntoma de otro cuerpo. Prestarse al hombre como objeto de goce, no reúsa ser tomada como objeto porque está muy segura de su posición de sujeto, lo presta, no lo da. Esto es porque lo femenino es estar en el centro de un deseo y no tener a dónde huir, quedar reducida a un cuerpo frente a un deseo del Otro que la pone en un lugar pasivo con respecto a un deseo.


     Collete Soler, en “Lo que Lacan dijo de las mujeres”, va a distinguir el anhelo de ser el falo, identificarse con la falta, ubicado del lado de la histeria; y la posición en la relación sexual que hace de la mujer falo del lado de lo femenino, ya no siendo una identificación, sino un lugar: el lugar de ser el complemento del deseo masculino.



          Lacan, en el Seminario 20, va a trabajar las fórmulas de la sexuación. Dirá que del lado fálico la única forma de acceder al otro es vía el fantasma, lo que se expresa con la flecha que va del $ al objeto α. Pero del lado derecho de las fórmulas, del lado mujer, vemos que Lⱥ no solo entra en relación con el falo (ɸ), sino que también con el S(Ⱥ), significante de la falta. Lacan, al respecto, lo dice del siguiente modo:

“La mujer tiene relación con el significante de ese Otro, en tanto que, como Otro, éste nunca deja de ser Otro. Doy por sentado que aquí evocarán mi enunciado de que no hay Otro del Otro. El Otro, ese lugar donde viene a inscribirse todo lo que puede articularse del significante, es en su fundamento, radicalmente el Otro. Por eso, este significante, con los paréntesis, señala al Otro como tachado: S (Ⱥ).”[7]



     ¿Qué quiere decir Lacan con esto? Justamente que el goce femenino es poder acceder a un goce que entra en relación a la falta misma, al significante de la falta, goce de la ausencia, más allá del brillo fálico que vela la falta. Hay goce fálico, pero también un más allá de éste.




Lic. Rodrigo B. Ríos


[1] Lacan, J. (1972-73) Seminario 20. “Aun”. Buenos Aires, Ed. Paidós. Pág. 105 [2] Ibíd., Pág. 90 [3] Ibíd. [4] Farías, F. (2017) Mujeres al fin. Testimonios, goce femenino y fin de análisis. Buenos Aires, Letra Viva. Pág. 114 [5] Farías, F. (2017) Mujeres al fin. Testimonios, goce femenino y fin de análisis. Buenos Aires, Letra Viva. Pág. 28 [6] Lacan, J. (1969-70) Seminario 17. “El reverso del psicoanálisis”. Buenos Aires, Ed. Paidós. Pág. 35 [7] Lacan, J. (1972-73) Seminario 20. “Aun”. Buenos Aires, Ed. Paidós. Pág. 98

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